Una vida política tan agitada y tan violenta mal acostumbró a los dirigentes, que sin darse cuenta se dejaron llevar por los radicales de todos colores a un conflicto muy duro entre el gobierno del presidente Calles y los obispos católicos.
En Nayarit, como en otros estados, se clausuraron las escuelas
católicas y el seminario, se redujo el número de sacerdotes registrados en las
oficinas del gobierno. Los obispos contestaron a esta ley reglamentaria del
artículo 130 de la Constitución con la suspensión del culto en las iglesias. La
gente se disgustó y muchos campesinos se levantaron en armas en Nayarit, como
en unos 15 estados del Centro y del oeste de la República. A esa guerra se le
llamó Cristiada, y a los guerrilleros Cristeros, porque gritaban ¡viva Cristo
Rey!
Desde fines de 1926 comenzaron los motines en los pueblos y las rebeliones
de campesinos, todas pequeñas y localizadas; ninguna amenazó seriamente al
gobierno y Tepic nunca estuvo en peligro de caer en manos de los cristeros.
Pero de 1927 en adelante, la cosa se puso muy dura, se multiplicaron los
levantamientos y la gente de muchas rancherías y pueblos salió a pelear contra
el gobierno.
La represión desatada a
ciegas por el ejército contra todo el mundo atizó la hoguera. La guerrilla de
"pique y huye" causó muchos problemas al ejército, que no pudo acabar
con los insurrectos. Asaltaban los trenes, las minas y las haciendas; cuando se
encontraban con una tropa fuerte, no presentaban resistencia y se dispersaban.
El gobierno controló siempre las ciudades y las vías de comunicación; los
cristeros estaban en el campo y de noche por dondequiera. Hubo empate, nadie
pudo acabar con el contrincante. Duró tres largos años la Cristiada, y quién
sabe cuántos años más hubiera durado si políticos y obispos no hubieran tenido
la inteligencia de hacerse concesiones mutuas para llegar a unos arreglos en
junio de
1929.
1929.
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